Con la pandemia y el encierro sentimos algo parecido a un arresto domiciliario.
Tenemos que enfrentarnos a nuestras propias sombras y a las ajenas.
No podemos escapar, disuadir, negar, mentir, rebuscar, entre otras cosas, de ninguna situación.
Perdemos la maravillosa sensación de intimidad y de estar un buen tiempo sol@s.
Sentimos que alguien decide por nosotr@s, aún en los mínimos detalles.
Extrañamos a nuestros seres queridos y morimos por un abrazo real.
Cambiamos nuestras formas laborales, si es que tuvimos la suerte de conservar nuestro trabajo.
Hacemos de madres, padres, maestr@s, psicólog@s, delivery, sacerdot@s, programadores de pc, chefs profesionales, peluquer@s, por nombrar algunas cosas.
Un virus nos ha hecho en pocos meses re-pensarnos, re-inventarnos y darnos la posibilidad de lo que hace miles de años Buda nos enseñó; ¨vivir sólo el presente¨.
Siempre es mejor aprender, que enojarnos o negar, de las cosas que nos suceden.
La propuesta es a partir de hoy disfrutar de lo que ¨si tenemos¨, no proyectar tanto y entender que postergar, es como, morir de a poco.