Cuando llegue a tu casa con mi contenedor de vidrio y unas cuantas verduras, mírame como lo que realmente soy, una enamorada del planeta.
En éste último tiempo, he visto a muchas personas trabajar de manera excesiva.
Los mayores, hijos de las guerras mundiales, cargan con el miedo y la información en su memoria celular, de que hay que trabajar y acumular por otra eventual guerra.
Las personas jóvenes, igualan a las anteriores en trabajo, tiempo y esfuerzo, con el mensaje subliminal que les mete el consumismo: gastar todo el dinero que ganan en placeres y objetos, con una desmedida obsesión de vivir sólo en el presente.
He visto además los descartes familiares en los contenedores de basura, de cosas en perfecto estado. Compran más de lo que usan; compran y tiran, compran y tiran.
Hacen los aperitivos todas las tardes y para entrar a los bares, se ponen vestidos y joyas que en los países del tercer mundo se utilizarían en alguna boda muy importante.
Y es trabajar para tener, tener para consumir, consumir para derrochar y derrochar para finalmente tirar.
Mientras la mayoría usa mal e inutiliza, otros revuelven en la basura o esperan desesperadamente que un hada madrina, un milagro o la lotería, les dé lo que sueñan.
Volver a lo simple, lo sano y lo natural, es el mejor camino, por lo menos para mí, de sentirme viva y parte de éste hermoso milagro que es ¡¡VIVIR PLENAMENTE!!