Existen muchos maestros y maestras, que sólo cumplen la función de recordarnos, que dentro nuestro está siempre la verdad y el camino a seguir.
Llegan a nuestras vidas a través de personas, libros, lugares, situaciones, religiones, cursos, conferencias, talleres, etc.; en ese momento nos damos cuenta que, por distintas razones, olvidamos escucharnos y poner en acción nuestra única y máxima sabiduría, que vive permanentemente en nuestro interior.
Hace más de 20 años, unos días antes del trágico suicidio del abuelo de mis hijos, conocí a mi amiga del alma Patricia. Ella estaba por abrir una dietética y yo paré a saludarla y desearle buena suerte. En ese momento me ofreció un libro que aún conservo ¨Cuando el Maestro llama¨, y desde ese día cambió mi vida. Conocí a través de ella al Swami Sai Baba, sus enseñanzas y su amor.
Varios años después, en Italia, conocí a Cintia a través de mi hermana Antonia; desde el momento que la vi supe que la amaba sin explicación. Unos días más tarde llegó de visita a tomar un té, y me contó que había viajado más de 20 veces a la India a un Ashram. Cuando le pregunté a cuál dijo al de Sai Baba; tomé su mano y la llevé al interior de la casa donde estaba mi altar con la figura del Maestro. En ese momento nos abrazamos y comprendimos por qué nos sentíamos tan unidas.
La semana pasada hicimos con Patricia una video llamada Pinamar-Italia donde nos mimamos como buenas amigas y ambas nos llenamos de amor.
Ayer Cintia me visitó en mi casa actual de Italia y me trajo un mensaje de Swami que me dio mucha paz.
Los maestros y maestras se manifiestan permanentemente en seres de luz y nos convocan a unirnos, apoyarnos y seguir creciendo en éste camino difícil y maravilloso que es, la vida misma.