(Esta es una historia real muy conmovedora y alentadora)
En un hermoso parque, el profesor de Kung Fu y Tai Chi espera a sus alumn@s. Al llegar lo saludan con un cálido abrazo. Me invitan a participar, a lo que agradezco y aclaro que soy profesora de yoga pero no se nada de las otras artes marciales. Con gusto me pongo ultima para pasar un poco desapercibida (menos mal!!!)
Comienza la clase y el profesor me va dando indicaciones diferentes al resto que esta muy entrenado.
Pasada la entrada en calor, divide el grupo en 2 partes, una de Kung Fu y otra de Tai Chi y pone al frente a l@s alumn@s más adelantados.
El se queda con una sola chica y aquí comienza la historia. Empiezan con las formas y con lo que desde mi ignorancia llamaré combate. El profesor incita, combate, y diría hasta golpea a la chica de una manera muy fuerte.
Después de 15 minutos la chica comienza a gritar y llorar, pero el profesor no se detiene; yo observó con cierta desesperación, solo quiero socorrerla y aliviarla. Ella se arrodilla en el piso y llora desconsolada, el profesor se aleja, mientras el resto sigue con su actividad.
Pasado un rato, el profesor se acerca y le da indicaciones, le habla y finalmente te la abraza.
Tímidamente pregunto que sucede, a lo que me cuentan que en 3 días la chica pasará al rango más alto, recibiéndose de profesora y que para ello debe convertirse en «una guerrera».
Al finalizar la clase uno x uno saludan al profesor y se saludan entre ellos, con una ronda en movimiento y con unos abrazos más que cálidos.
Ponen a la guerrera en el centro la aplauden y la alientan, comprometiéndose a acompañarla en el examen.
Sin llegar a ser maestr@s de artes marciales, creo que si enseñaremos a l@s niñ@s desde pequeñ@s a luchar por lo que quieren y a defenderse con respeto y entereza, habría menos jóvenes indecisos e inseguros.
Gracias al profesor y su alumna, he aprendido mucho de ustedes.
Rosaria Verissimo