En el año 2019 viajé a Alemania por dos meses, a dar unos talleres.
La pandemia, hizo que los dos meses se convirtieran en dos años, así que regrese a casa en el 2021 (los detalles de las cosas buenas y las difíciles, se los cuento algún día mate, café o té de por medio).
Cuando entré a mi casa, en la heladera había dejado pegadas unas listas escritas en papel, con lo que tenía que hacer al regresar. Al lado estaba el calendario del 2019. Desde luego me puse a llorar profundamente con un sentimiento extraño, mezcla de impotencia, incredulidad del paso del tiempo, desesperanza, confusión y un dolor distinto, que nunca antes lo había experimentado.
Pensé en aquellas personas que se exilian obligadas, o que permanecen en estado de coma y luego despiertan, en los que atraviesan guerras, enfermedades difíciles, entre otras cosas…
Entendí ese día más que nunca la importancia de VIVIR EL PRESENTE.
*Planear y proyectar es un hermoso don y un hábito necesario.
*Más concretar lo planeado es: aliviador, gratificante y motivador para seguir adelante.
*Aceptar que las cosas, no siempre son como uno espera que sean, es parte muy importante del planear y proyectar, porque parafraseando a mi madre con un viejo dicho: ¨uno propone, y Dios dispone¨. Y, por último, *Si lo que planeamos y proyectamos no se da fácilmente, fluidamente, lo mejor es soltarlo y dejarlo ir, probablemente no sea el momento indicado o no estén dadas las condiciones para que suceda.
Recuerda: ¨siempre pasa lo que tiene que pasar y en el momento justo¨.
Rosaria Verissimo
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