Bruno se sienta en el sillón, me mira fijo, se toma unos segundos y me dice ¨siento alivio, ahora entiendo todo¨. Estoy diagnosticado con la condición del espectro autista.
Siempre fui ¨el raro¨, sobre todo en la escuela. Tuve encopresis hasta los 7 años y enuresis como hasta las 11. Fui muy asmático muchos años.
No me gustaban los mismos juegos que a los otros chicos y tuve siempre gran empatía con mis compañeros que eran diferentes como yo. No me agradaban los deportes grupales y si invitaba amigos a jugar a mi casa, después de un rato me iba a jugar solo a la habitación. Me pasaba horas escuchando música y dibujando desde muy chiquito.
En la adolescencia el pase peor. No aguantaba las injusticias y la escuela me fue insoportable. Sólo me sentía a gusto con algunos amigos, pero pasaba todo el tiempo de un estado de ánimo eufórico a la depresión. Mi madre me llevó a muchos psicólogos para ayudarme durante muchos años, pero recién cuando mi amiga Mariana tuvo su hijo diagnosticado con autismo, empecé a sentirme identificado con él y decidí hacer una consulta con un especialista. Desde entonces todo es más claro en mi vida menos una cosa, ¨creo que soy alcohólico ¨. Empecé para poder encajar socialmente y sentirme mejor en grupo, pero ahora ya no puedo controlarlo.
El resto de la historia la obviaremos por respeto a Bruno.
Trabajar en equipo interdisciplinario es la mejor manera de enfrentar y solucionar muchos temas actuales.
Hoy tenemos más herramientas que cuando Bruno era pequeño, pero como sociedad es bueno empezar a no juzgar, ser más comprensiv@s, empátic@s y tolerantes, con quienes son diferentes.
Rosaria Verissimo
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