Preguntar algo sin tener consciencia plena de lo que estamos preguntando, puede devolvernos una respuesta inesperada.
No haré aquí un tratado o una explicación psicológica porque no soy psicóloga; solo hare una reflexión que tal vez pueda ayudarte.
Generalmente preguntamos con una doble intención. Probablemente de antemano ya tengamos una respuesta que nos hemos inventado y que la mayoría de las veces no es la que recibimos de otras personas.
También podemos preguntar capciosamente, con la intención de confundir al otr@. Creemos que no se va a dar cuenta del mensaje subliminal de nuestra pregunta, sin embargo, es probable que el que la recibe, de alguna manera lo perciba y reaccione. Y es ahí, donde comienza el desequilibrio, porque tal vez, diga cosas que no queremos escuchar.
Las personas que preguntan sin vueltas y frontalmente la pasan mejor; los que reciben esa pregunta no tanto, porque los humanos en su mayoría, nos escondemos o nos escudamos en un mundo irreal constantemente, y ante tales personas reaccionamos con rechazo.
Hasta aquí el relato de la observación diaria.
¿Te estarás preguntando, pues bien, cómo hago entonces para ser más direct@ y no caer en éstas trampas que me pone el inconsciente?
La respuesta a mi entender es, pregunta como niñ@, con su simpleza, su atención, su falta de pre-conceptos, su naturalidad.
Intenta despojarte de las creencias que has heredado y mira a otras personas de una manera más simple.
Escucha y observa mucho y solo recién cuando estés plenamente segur@, pregunta.
Si lo haces así, habrás gastado menos energía en cosas banales y disfrutarás de tu entorno más amorosamente.
La vida es simple, no hay que enroscarse tanto.