(Esta historia es real y muy interesante)
La conocí hace unos meses; la llamaré Coty para preservar su identidad.
Vino a verme porque había tenido un accidente laboral y estaba muy angustiada.
Es muy joven, aún no ha cumplido los 30 años. Sabe claramente que quiere, pero todavía no tiene herramientas para cambiar algunas cosas y conseguir aquello que se propone. No consigue hablar sin llorar, y cuando le pregunto si de pequeña se recuerda haciendo berrinche, gritando o luchando por algo, dice que jamás pudo gritar, que solo puede y sabe llorar.
Cuando un niñ@ es pequeñ@, y no consigue en primera instancia lo que quiere, grita, patalea y lucha haciéndose escuchar. Por lo general en el mundo adulto eso no está bien visto, así que, se lo reprime. Entonces el niño o la niña, encuentra una manera de llegar al adulto, y en la mayoría de los casos, cambia la lucha por la tristeza y el llanto. Los adultos, no aceptan el berrinche, pero menos la tristeza, así que ante las lágrimas ceden y conceden el pedido de l@s niñ@, sin imaginar que, en el futuro, repetirá el mismo mecanismo en su adultez, cuando quiera conseguir algo.
Y este es el caso de nuestra querida Coty; es lo que aprendió de pequeña.
La pregunta es, ¿se puede cambiar? Y la respuesta es claro que sí. Coty tiene mucho trabajo por delante para empoderarse y hacer valer sus derechos.
Mi propuesta es:
Si padres y docentes tomamos conciencia de la necesidad de manifestar y naturalizar el berrinche como parte del proceso natural de aprendizaje y expresión humana, les allanaremos el camino y les evitaremos tanto sufrimiento inútil.
El viejo y sabio dicho dice ¨Es mejor prevenir que curar¨
Rosaria verissimo
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